“Todas las horas hieren...
la última mata”
MODS
Eran unas anchas y largas escaleras, como las de una mansión señorial, en tono grisáceo. (1) Nada más cruzar el umbral de aquel gran portalón, estas se abrían, una hacia la izquierda y la otra hacia la derecha e, intentaban -eso me pareció- caracolear, pero... en el primer y amplio rellano, desistían de su propósito, y se fundían allí mismo, para continuar mancomunadas su recorrido, dirigiéndose a diestra y siniestra, hacia unas desconocidas y misteriosas estancias.
Hoy, que he mirado hacia atrás, a través de mi viejo retrovisor, este me envía imágenes en blanco y negro, donde sólo mi inconsciencia e inmadurez, forzaron mi decisión. Sí, recuerdo entrar decidido, jovial e ingenuo, en una estancia de la derecha aunque, al mismo tiempo, dudando de mi capacidad, de mi comportamiento, es decir, de mí mismo.
-¡Venga, dejaos de hostias! ¡Todo cristo a ensayar! contestó a mi saludo el “hombre lobo”, de sobrenombre Alvarito.
Sin duda, la entonación de estas palabras, me metió el miedo en el cuerpo y algo se me rompió por dentro. Pasamos a una estancia anexa, donde había un par de amplificadores de guitarra en el suelo, y una batería reluciente, que cuidaba con mimo su dueño, Pedri. Este se dirigió hacia un tipo delgado, no muy alto, con pinta de estudiante, y le dijo:
- Luis, este es el amigo del cual te hablamos.
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