Mods: Los Junior's

IV 

MODS

LOS JUNIOR'S




¡102 DÁLMATAS!                                                                                      

 “Todas las horas hieren...

                                                                 la última mata”                      

                                                                                                                                          MODS

                 Eran unas anchas y largas escaleras, como las de una mansión señorial, en tono grisáceo. (1) Nada más cruzar el umbral de aquel gran portalón, estas se abrían, una hacia la izquierda y la otra hacia la derecha e, intentaban -eso me pareció- caracolear, pero... en el primer y amplio rellano, desistían de su propósito, y se fundían allí mismo, para continuar mancomunadas su recorrido, dirigiéndose a diestra y siniestra, hacia unas desconocidas y misteriosas estancias.

 Arriba, allá en lo alto e iluminándolo todo, una inmensa claraboya distribuía luz y claridad a todos los rincones, y guiaba mis irregulares pasos -casi de puntillas- que se dirigían, ascendiendo aquellos grises peldaños que, sin mirarlos, adivinaba nobles y desgastados. Nunca sabré, cual era mi predisposición en aquél momento, nunca sabré qué era, lo que me impelía a pasar aquella prueba solo y sin compañía.

           Hoy, que he mirado hacia atrás, a través de mi viejo retrovisor, este me envía imágenes en blanco y negro, donde sólo mi inconsciencia e inmadurez, forzaron mi decisión. Sí, recuerdo entrar decidido, jovial e ingenuo, en una estancia de la derecha aunque, al mismo tiempo, dudando de mi capacidad, de mi comportamiento, es decir, de mí mismo.

 Me encontré con una mesa de billar grande y hermosa y, alrededor de la misma, como en la canción Jambalaya, (2) dando vueltas a una hoguera en aquel prado verde, estaban esperándome Pedro, Pedri y Álvaro.

 - ¡Hola! dije a media voz.

           -¡Venga, dejaos de hostias! ¡Todo cristo a ensayar! contestó a mi saludo el “hombre lobo”, de sobrenombre Alvarito.

             Sin duda, la entonación de estas palabras, me metió el miedo en el cuerpo y algo se me rompió por dentro. Pasamos a una estancia anexa, donde había un par de amplificadores de guitarra en el suelo, y una batería reluciente, que cuidaba con mimo su dueño, Pedri. Este se dirigió hacia un tipo delgado, no muy alto, con pinta de estudiante, y le dijo:

 - Luis, este es el amigo del cual te hablamos.

 No estaba moteado como los dálmatas, en blanco y negro, pero sí me miró a cara de perro, es decir, sin concesiones, sin perdonarme nada -o esa impresión me dio-, a pesar de sus dos patas, su juventud y su buen porte.

 - ¿Te sabes alguna canción? me preguntó el Sr. Dálmata. (Seguir leyendo...)

Comentarios