ENRIQUE DE CIA AMESTOY
Nos causaba enorme alegría haber
quedado con él, amén de que a lo largo de nuestra existencia, habían sido
incontables las veces de encuentro y tanta la intimidad como las conversaciones,
así como las horas de radio compartidas. En esta ocasión, había un matiz a
añadir, la cita era para entrevistarle a fin de que nos contara para este
libro, cosas que... ¡Tú solo sabes!
- No temas -le dijimos- con nosotros tienes bula, eres inmune a las críticas y a los análisis. Acto seguido se justificó. - Es porque no me lo apunto...
- ¿Dónde he dejado el cenicero? Se lo habrá llevado ésta…
Volvió la cabeza William, intentando localizar a la joven inmigrante, que nos acababa de atender. No quisiéramos que esto se alargara, como una charla habitual entre amigos del alma, que hace tiempo que no se ven. Esta cita iba a ser extraordinaria y, debiera resultar productiva. Nos tocaba obviar que éramos compinches de juegos, y disponer ya los trastos para tratarle como a un entrevistado más, en nuestro papel de escritores navegantes que pretenden orientar bien el balandro. (William seguía a lo suyo, buscando el cenicero) (Seguir leyendo...)
Comentarios
Publicar un comentario