“VERDE
DONCELLA”
Todavía no nos había llevado al huerto, el sexual año1969, pero todo se andará, aunque la vida siempre te deja resquicios por donde caminar y patinar, sea andando, sea en coche de caballos, o... Caballos, sí que tenía aquella Vespa, pero con ese simpático nombre de avispa en italiano, nos aguijoneó y, en aquella ocasión, nos picó.
Tarde, hermosa tarde de primavera, que sí, que la sangre altera, y previo permiso papal para utilizar este simpático vehículo a motor, nos citamos ella y yo para acudir al concierto, concertado con unos amigos, que habían formado un conjunto musical, y que en aquella tarde, actuaban en la parroquia de Cristo Rey. Así que la subí a la grupa y, por primera vez, sentí unos brazos femeninos rodeándome la cintura y el calor de su cuerpo sobre el mío.
“Yo recuerdo aquél
día En el río aquél
que nos fuimos a nadar tú
y yo y el amor
aquel
agua tan fría que
nació, de los dos”.
y tu
forma de nadar.
[“El Río”. Fernando Arbex] (2)
Teníamos todo el tiempo del mundo y debíamos aprovecharlo -eso me solía aconsejar el padre con más insistencia de la debida- y colegí que así debía ser, por lo tanto, aceleré la Vespa, y con la inercia, el femenino cuerpo que me abrazaba, se apretó aún más y juntos nos dirigimos hacía espacios más abiertos, fuera de esta ciudad amurallada.
Huarte, (3) siempre nadando entrambasaguas, estaba precioso, acuoso, acogedor y, a la vera de uno de los tres ríos que lo mojan, aparcamos nuestros cuerpos y la Vespa. El río Arga sonreía con malicia, al sospechar de dos adolescentes fuertes, sanos y, en aquél momento, libres y sueltos.
Cerca, muy cerca del puente de Artadiburua, (4) allí, entre gruesas y ancianas choperas que nos ocultaban y protegían, la curiosidad y el deseo rompió barreras, y ella quiso saber como era la parte más jugosa del hombre y, rápidamente la encontró -con la ayuda de mi ingenua colaboración- mientras observaba con atención, aquello que nunca había visto en directo, y comprobaba con su mano derecha el grosor, textura, largura...
Sin darnos cuenta, se deslizó
hasta nosotros, un camaleónico guarda-forestal, con una txapela verde en la cabeza, una bandolera de cuero del
mismo color, adornada con una chapa brillante en su centro, que lucía sobre su
ancha chaqueta de pana, también verde, acarreando en su mano derecha, una
bicicleta. ¿De color verde?
- ¿No os da vergüenza? ¿Tan jóvenes y haciendo esas cosas? Y sobre todo
tú -se dirigió a ella- tan joven y ya con chicos. Bueno, podéis iros, ¡pero que no os vea más
por aquí! (Leer más...)
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