Modernos: Los Rebeldes

V

MODERNOS

LOS REBELDES



“CHI NON LAVORA

                      NON FA L’AMORE”

                                                                                                                                           MODERNOS  

       Hoy he vuelto a hollar con paso firme mis propias huellas, por una de las calles de mi ayer, con unos botines negros y brillantes, donde he sentido el paso, el peso y el poso de la vida, en mi talón de Aquiles.

 Me gustaría retornar al lago Léman, (1) allá en Lausanne (Suiza), donde pasé un gozoso estío, cuando ella me invitó a una casa de su familia, desde su mansión de Neguri, (2)  ahí en la Bizkaia sombría y lluviosa, que otea la Corniche Basque, aunque a fuer de sincero os diré, que todo esto aconteció, una década más tarde.

 Antes, mucho antes, ya había llovido con ganas, en la estrecha calleja de Lindatxikia, donde muchas atardecidas nos llegaba por un lado, el olor característico de las prácticas y jugosas albóndigas, que nos suministraba Casa Paco (3) y que, entre pan y pan, nos proporcionaban kilos de salud, de fuerza y de ganas... Por el otro lado, esnifábamos las perfumadas exquisiteces culinarias de Las Pocholas. (4)

 « Chi non lavora, non fa l’amore » cantaba Adriano Celentano, un muchacho de la Vía Gluck, (Milán) y lo corroboraba desde aquí, la inefable rubia y cantante María Ostiz, creyéndoselo a pie juntillas. ¡Discrepo, potxola! Es justamente, lo contrario. El que labora, no tiene tiempo y, por lo tanto, normalmente, tampoco ocasión, en cambio Chi non lavora, es el que desflora, porque invierte tiempo, descaro, cuerpo descansado, y por lo tanto, fuerza y corazón a tope. ¡Que lo sepas guapa!

                                           

El juego del amor” (5) 

“El hombre y la mujer nacen para amarse

y no pueden resistir la fuerza del amor.

De barro un día Dios hizo a Adán y a Eva

con ellos el amor, baby, comenzó”.

  

Así llamábamos a un juego de cartas, que realizábamos en los años 1963-64, en el altillo del Bar Sol, (6) -hoy un cuarto trastero achinado- donde sobre una diminuta mesa y con una gastada baraja, en distintas ocasiones, nos citábamos allí cuatro amigos, con dos recientes y relucientes amigas, que empezaban a compartir con nosotros, parte de su tiempo libre, en nuestros pudorosos juegos de amor. (Leer más...)


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