Rockers: The Davys Royer´s

III

ROCKERS

THE DAVYS ROYER´S



¡VEN, VEN... JOHNNY; VEN, VEN!                                                           

                                                                                                                              

                                                                                                                              ROCKERS

       Aquella mañana de otoño, el sol se quitaba lentamente las legañas y observaba de reojo mis ojeras ahora invisibles, bajo unas gruesas gafas negras de moderno diseño, que ocultaban mis ojos y mis telarañas, cual enredaderas crecientes y, sin ningún atisbo de piedad ni compasión, se cebaba solsticiamente contra este joven adolescente, y con muy mala leche y un guiño de treintayunas, (1) me espetó en pleno rostro...  

  - ¿Cómo se siente hoy, mi Rodolfo Valentino -¡más golfo que fino!- a las siete de la mañana de este nuevo día, con los baches recién puestos, la cara descompuesta y con esa peculiar y disonante sintonía con la que tú caminas...?

 - Si quieres te lo cuento pero, como habitas tan lejos y no te enteras de nada, pues... no sabes lo que siento. Se llama tristeza por no tener piso, jacal ni alquería donde posar y reposar este imberbe body mío, y, sin circunloquios, ¡donde caerme muerto!

 Primera jornada en un nuevo empleo, para justificar mi existencia y aportar algunos ingresos más a la dichosa familia, y al qué dirán vecinal. Por los estrechos y embarrados caminos, que conducían desde casa hasta la carretera de Artika, (2)   donde me esperaba un nuevo trabajo a jornal fijo, caminaba con rumbo, aunque sin guía y sin garbo.

 El sol del lunes se ocultó; vino el martes con malas artes; el miércoles nadie se me acercó, aunque me descompuse, entre gritados consejos y advertencias destempladas. El jueves no fue mucho mejor y, ¡mira por donde! llegó el viernes de resurrección...

 -¡Eh, tú! me llamó uno de los jefes, con maneras de estibador. ¡Ven aquí!

 - Me llamo Jesús, si no le importa...

 - Mira el chaval, que chulito se pone... ¡Venga, deja eso y acércate!

 - Ya voy, contestó “eh tú” rezongando.

 - Ahora, por listo, recoges todas esas virutas de metal, y a continuación me vas a barrer el taller de arriba abajo. ¿De acuerdo, “eh tú”?

 - Vale, pero me llamo Jesús, no “eh tú”.

 - ¿Habéis oído? Se llama Jesús... (Carcajadas generales, exceptuando mi sonrisa).

 Me quité aquellos guantes, (fuertes, enormes, pesados y sucios); me despojé del buzo, (todavía limpio); y sin decir oste ni moste, salí por el portante del taller de carrocerías y hoy, que han pasado más de cincuenta años de aquello, sólo me parece un mal sueño.

 No se os ocurrió, pero otro gallo os hubiera cantado -en lugar de hacerlo este rebelde sin causa- si me hubieseis llamado, ¡Ven, Ven... Johnny; Ven, Ven! Hoy estaríamos hablando de otras cosas y casos. ¡Sin rencor! (Seguir Leyendo...)

 

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