¡VEN, VEN... JOHNNY; VEN, VEN!
ROCKERS
Aquella mañana de otoño, el sol se quitaba lentamente las
legañas y observaba de reojo mis ojeras ahora invisibles, bajo unas gruesas
gafas negras de moderno diseño, que ocultaban mis ojos y mis telarañas, cual
enredaderas crecientes y, sin ningún atisbo de piedad ni compasión, se cebaba solsticiamente contra este joven
adolescente, y con muy mala leche y un guiño de treintayunas, (1) me espetó en pleno rostro...
- ¿Cómo se siente hoy, mi
Rodolfo Valentino -¡más golfo que fino!- a las siete de la mañana de este nuevo
día, con los baches recién puestos, la cara descompuesta y con esa peculiar y
disonante sintonía con la que tú caminas...?
- Si quieres te lo cuento pero, como habitas tan lejos y no te enteras
de nada, pues... no sabes lo que
siento. Se llama tristeza por no tener piso, jacal ni alquería donde posar y
reposar este imberbe body mío, y, sin circunloquios, ¡donde caerme muerto!
Primera jornada en un nuevo
empleo, para justificar mi existencia y aportar algunos ingresos más a la dichosa
familia, y al qué dirán vecinal. Por los estrechos y embarrados caminos, que
conducían desde casa hasta la carretera de Artika,
(2)
donde me esperaba un nuevo trabajo a jornal fijo, caminaba con rumbo, aunque sin
guía y sin garbo.
El sol del lunes se ocultó; vino
el martes con malas artes; el miércoles nadie se me acercó, aunque me
descompuse, entre gritados consejos y advertencias destempladas. El jueves no
fue mucho mejor y, ¡mira por donde! llegó el viernes de resurrección...
-¡Eh, tú! me llamó uno de los jefes, con maneras de estibador. ¡Ven aquí!
- Me llamo Jesús, si no le importa...
- Mira el chaval, que chulito se pone... ¡Venga, deja eso y acércate!
- Ya voy, contestó “eh tú”
rezongando.
- Ahora, por listo, recoges todas esas virutas de metal, y a
continuación me vas a barrer el taller de arriba abajo. ¿De acuerdo, “eh tú”?
- Vale, pero me llamo Jesús, no “eh tú”.
- ¿Habéis oído? Se llama Jesús... (Carcajadas generales, exceptuando mi sonrisa).
Me quité aquellos guantes, (fuertes,
enormes, pesados y sucios); me despojé del buzo, (todavía limpio); y sin decir oste ni moste, salí por el portante del
taller de carrocerías y hoy, que han pasado más de cincuenta años de aquello,
sólo me parece un mal sueño.
No se os ocurrió, pero otro gallo os hubiera cantado -en lugar de
hacerlo este rebelde sin causa- si me hubieseis llamado, ¡Ven, Ven... Johnny; Ven, Ven! Hoy
estaríamos hablando de otras cosas y casos. ¡Sin rencor! (Seguir Leyendo...)
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